Os podría mentir y deciros que tengo un plan de contenidos en Desafiando a Murphy y que el post de hoy se debe a una estrategia marketiniana muy pensada y medida. ¡Qué va! En casa del herrero, cuchillo de palo. Hoy he estado en mi fisio y me he dicho: «Lara, tienes que contarlo». He seguido la mentalidad de las redes sociales de que lo que no se cuenta no existe y quiero compartir mi dolor, mi sufrimiento, mi paliza, en definitiva, quiero declarar a los cuatro vientos mi amor/odio por mi fisio.

Sobra decir que si vivís en Madrid y buscáis a alguien que os arregle la vida, bueno, la vida no pero los músculos sí, ella es la indicada. Eso sí, no os imaginéis un masaje plancentero de esos en los que te quedas dormida mientras se te cae la baba y ronroneas como un gatete soñando con el tórrido affair que tendrías si Leonardo Dicaprio y tú os encontrarais en el metro (cuando digo «y tú» quiero decir «y yo», vosotros fantasead con lo que os apetezca pero dejarme a Dicaprio en paz) . No. Tus músculos van a sufrir, tú vas a sufrir y vas a tener que tener más fe que cuando tu madre te decía que algún día el chico de tus sueños aparecería por la puerta. Puede que durante e inmediatamente después no veas nada claro, te sientas como Anastasia Grey y quieras salir huyendo (menos mal que tus músculos no te dejarán) pero después, ¡oh después!

Flotarás en una nube, olerás hasta las cosas que no huelen, cantarás canciones de Karina por la calle y sonreirás a todo el mundo a su paso. Puede que ir al fisio sea como esas cosas de la vida que duelen, duelen mucho, te dejan devastada y piensas que esa pena nunca pasará , que será eterna. Y un buen día, te despiertas sintiendo que todo irá bien, que aquello que era una mierda se ha convertido en un aprendizaje, o en un recuerdo pasado, que después de una gran tormenta de forma casi inevitable, ha de llegar la calma.

Ir a que me torturen me pone metafísica o quizá llevo yo misma una semana introspectiva y esto solo ha hecho que me diga: «Ahora no le ves, pero mañana lo verás». También puede ser que soy miope y no me he puesto las gafas.

Pssst!! No son cookies de chocolate, pero tampoco hacen daño ni provocan caries, hazme caso, ¿vale?    Más información
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