Tengo en mi casa, en mi cuarto, en mi estantería

un Capitán Fantasma que me mira, cuida mis desvelos y mis anhelos.

Le rezo todas las noches, cual Jedi en plena batalla,

como si me fuese la vida en eso de vivir.

 

No se mueve, no me habla, no respira,

está ahí, quieto, con su casco puesto y su arma cargada,

por si acaso, por si sí, o por si no.

El otro día se cayó, y se rompió,

su cabeza iba por un lado y su corazón por el contrario.

Igual que yo.

 

Intenté juntarlo de nuevo, pegarlo, arreglarlo. No lo logré.

Ahora tengo medio Capitán Fantasma en cada esquina de la estantería,

su casco plateado por un lado, su armadura de hierro por otro.

No pasa nada, me dijo un sabio, así tienes dos Capitanes Fantasma,

suerte doble, oportunidad doble, protección doble.

Bien mirado tiene razón este pequeño sabio.

 

Ahora tengo un Capitán Fantasma herido en la batalla.

No sé si me protegerá igual, no supe evitarle la caída,

suerte que llevaba casco y armadura,

el golpe, de lo contrario, le habría mandado a la basura.

 

Miro mi estantería, de mi habitación, de mi casa,

sigo teniendo un Capitán Fantasma, divido como yo,

como la vida misma.

Texto e imagen: Esther Rija

 

Pssst!! No son cookies de chocolate, pero tampoco hacen daño ni provocan caries, hazme caso, ¿vale?    Más información
Privacidad