*Nota: entrada de periodismo social autobiográfico.
Tengo una casa en propiedad que no me puedo permitir amueblar entera y lo peor de todo es que los muebles restaurados no van con su estilo.
La villa victoriana de 5 habitaciones, 2 terrazas y azotea es caprichosa y sólo la sienta bien el plástico, por otra parte tan de los 60-70 pero ¡qué le voy hacer! Es lo que pide. No penséis que soy multimillonaria porque no es el caso, he de decir que me la regalaron. Tras casi dos años conmigo ya tengo amueblados salón, dormitorio y cocina, además de poseer un bonito árbol de Navidad. Sí, sí el baño brilla por su ausencia. ¡Haciendo el guarro todo el día!
Hay ratos en los que me pregunto quién me mandaría hacerme propietaria. Así que, para atenuar mi run-run interior, he alquilado la villa victoriana a una pareja muy callada que se conserva de maravilla. Mientras, yo habito un pisito que también tiene azotea a cambio de renunciar a calefacción, lavavajillas y otras menudencias de la vida moderna.
Yo si que tengo todo amueblado porque vivo acorde a mis actuales posibilidades, eso si, la mitad de mi haber es restaurado y tengo un agudizado síndrome de diógenes que hace que se me vayan los ojos hacia los contenedores deseando cazar algún tesoro oculto.
Nadie me avisó de que una choza tan grande fuera a arruinar mi economía de trabajadora media pero el lujo me obnubiló. Niños, he aquí la moraleja: «Si no quieres que la crisis te pegue una colleja, no te compres una villa en La Moraleja»
Y es que hoy día amueblar un piso medianamente decente para que pueda ser habitado, aún se puede hacer, pero las mansiones del calibre jugueteriano necesitan de una gran hipoteca bancaria y un gran esfuerzo decorador. Ayer entré a la sección juguetes de un centro comercial, y vi que había barbies con alarma y elegantes vestidos. Ken y su magnífico descapotable y las Nancys fantásticas con mil accesorios para sus lujosos chalets. Es muy curioso cómo todos ellos no han sucumbido a la crisis actual sin pegar ni golpe y su status se msntiene como si tal cosa, mientras a nosotros nos cuesta mucho esfuerzo ponerles un baño en su lujosa mansión. Moraleja: cuando muera pienso reencarnarme en Barbie.
Siempre me han dado mucha enviadia las Barbies. Tan rubias, tan delgadas, tan tetudas, tan melenudas…Viven como les da la gana y torean a Ken a su antojo (ya sabemos todos quien lleva los pantalones en esa historia). Algún día se llevarán el chasco porque mantener el descapotable rosa es caro, muy caro y encima eres tú la que tiene que moverla de un lado para otro como si fuera una marquesona. Y eso la que no tiene un caballo, una clínica veterinaria a su nombre o se ha convertido en princesa.
En fin,mientras unos rezamos para encontrar tesoros que restaurar, la life in plastic is fantastic. Yo también quiero reencarnarme en Barbie pero morena ¡ojo! Que son más exóticas.