Antiguamente no se concebía que un niño, y no digo niña porque ni se planteaba, creciese intelectual y profesionalmente en un pueblo o en una pequeña capital de provincia. Entonces los padres que pretendían “algo mejor” para sus hijos trabajaban más horas de las que tenía el día para costear los estudios al muchacho de turno en la gran ciudad y así poder hacer, según ellos, hombres de provecho.

En la época de mis abuelos era el pan de cada día escuchar noticias de este tipo, hasta el gran Delibes lo plasmo de una manera magistral en su Camino donde el Mochuelo era víctima y afortunado al recibir la llamada del progreso.

Parece que estamos habituados a vivir en el escándalo y en la horrible costumbre del juicio permanente y llevamos a tribunales hasta lo que no tiene ni acusación, ni defensa. Estos días se ha generado un debate, a la par que un juicio, con respecto a la educación o no educación de Leonor.

La princesa de Asturias, ergo futura reina de España, se va a hacer el bachillerato a Gales, y digo se va sin demasiado conocimiento de si es así o la llevan, gran diferencia del verbo, a un colegio con unos honorarios nada populares y alejada del mundanal ruido español. Un colegio donde convivirá, según los entendidos, con niños y niñas de todos los países y condiciones sociales y donde solo será Leonor sin tratamientos de alteza.

Salta la noticia y el debate esta servido, sin saber demasiado bien si tiene o no contenido hablar durante más de cuatro días seguidos sobre la dichosa educación de la muchacha. Que si es un sitio muy caro, que si lo pagan los padres o el Estado, que si es necesario mandarla lejos, que si es bonito o feo…

Yo no fui a un colegio de élite en Gales, ni hice el bachillerato fuera de España, ni por supuesto soy futura reina de España. A mi me enseñaron en el colegio y me educaron en casa, siempre me dieron la libertad para elegir el dónde y el cómo y trataron de hacerme crecer con la ligereza que solo te pueden dar los padres.

Sinceramente pienso que no hay debate, que cualquier padre de mochuelo quiere el progreso para sus hijos y lo buscan donde creen que está, donde pueden o donde quieren y no hay que ser demasiado absoluto porque aunque hoy no tengamos a quien mandar a Gales puede que mañana sí.

Pero, ¿dónde reside la verdadera educación de alguien? ¿De verdad creemos que irnos a Gales o a China nos hará más educados, mejores o más listos? Ya lo decía Ginzburg en sus pequeñas virtudes:

“ Lo que debemos realmente apreciar en la educación es que a nuestros hijos no les falte nunca el amor a la vida”

Y eso, gracias a Dios, no se paga. No tiene precio.

 

Foto y texto: Esther Rija
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