Despertador. Café. Metro. Colegio. Trabajo. Gimnasio. Comida. Trabajo. Metro. Colegio. Casa. Ducha. Cena. Dormir. Despertador. Café. Metro. Ojos.

No era guapo, pudo haberlo sido de tener unas proporciones más armoniosas, sin embargo, mis ojos se clavaron en los suyos. Fueron solo tres paradas, tres paradas en las que dejaron de importarme la cocina sin fregar y la pila de papeles que me reclamaba mi jefe. Juraría no haber coincidido con él antes de aquel día, me habría acordado de su cara cansada y la cicatriz de su barbilla.

Trabajo. Gimnasio. Comida. Trabajo. Metro. Colegio. Casa. Ducha. Cena. Dormir. Soñar. Despertador. Café. Colegio. Metro. Él…

No soporto cuando el vagón está abarrotado y sientes el aliento del resto de viajeros en la nuca. Aire cortado y rancio que te recuerda lo tedioso de la vida. A veces he llegado a bajarme del vagón y esperar un nuevo tren. No siempre el que llega es mejor, pero es otro. Ese día todo era igual y nada lo era. 

Aire. Nuca. Escalofrío. Respirar. Giro. Ojos. 

Me bajé en Atocha como todas las mañanas de lunes a viernes, esa mañana no pude dejar de sonreír.

Trabajo. Gimnasio. Comida. Trabajo. Metro. Colegio. Casa. Ducha. Cena. Insomnio. Dormir. Soñar. Despertador. Café. Colegio. Metro. Roce.

A veces pasa que dos personas con caminos diferentes comparten una parte del trayecto, como actores secundarios que ayudan al protagonista a conseguir sus metas. A la vista del universo carecen de importancia, pero para cada uno de nosotros son ese tipo de gente la que suele quedársenos dentro. Él me miraba a mi y yo le miraba a él. Mudos. Diciendo mucho más de lo que mil conversaciones podrían haber contado. Aliento contenido. El roce furtivo de dos manos y la certeza de sentir.

Trabajo. Sonrisa. Gimnasio. Sonrisa. Comida. Sonrisa. Trabajo. Nervios. Metro. Colegio. Casa. Ducha.  Cena. Sexo. Insomnio. Dormir. Soñar. Despertador. Café. Colegio. Metro. Mariposas.

Llevo casada 6 años, podría mentir y decir que ya no nos queremos o que él no es la persona maravillosa que resulta ser. Podría justificar mis miradas cargando la culpa en una vida matrimonial infeliz, no es el caso. Tenemos buen sexo una vez por semana y nos complementamos considerablemente bien. Es un gran padre y me apoya en todas mis decisiones. Discutimos poco. ¿No os pasa que a ratos cambiaríais por unos minutos de piel? Quizá sea la emoción de lo prohibido, quizá las ganas de emociones fuertes, de esas que se esfuman rápido pero que provocan un gran estallido a su paso. Quizá.

Trabajo. Sonrisa. Gimnasio. Sonrisa. Comida. Sonrisa. Trabajo. Sonrisa. Metro. Sonrisa. Colegio. Sonrisa. Casa. Sonrisa. Ducha. Sonrisa. Cena. Sonrisa. Sexo. Sonrisa. Insomnio. Dormir. Soñar. Niños. Juegos. Fin de semana.

Curiosamente, desde que me cruzo con el extraño de la cicatriz en la barbilla y la cara cansada estoy teniendo el mejor sexo de mi vida. ¿Qué si pienso en él algunas veces? Constantemente. Reconozco que fantaseo con hablarle, con huir con él al otro lado del planeta. De pequeña mi padre me contaba que los ermitaños van cambiando de caracola y puede ocurrir que la caracola que desean esté ocupada, en ese caso hay poco que hacer más que esperar o resignarse. Nunca entendí porqué los ermitaños quieren cambiar de caracola si ya tienen una que encima es la suya. Me cabreaba ese cuento. Ahora pienso que los ermitaños simplemente buscan algo diferente, salir de la monotonía del mismo sonido de playa y escuchar otros cantos de sirena.

Es fin de semana y mi rutina se rompe en dos. Le he buscado por todas partes pero no he encontrado más que vacío. ¿Se habrá fijado realmente en mi? ¿Qué le pasará por la cabeza? Su ausencia me ha dejado ganas, como una niña pequeña que anhela lo que no puede tener.

Despertador. Nervios. Café. Nervios. Colegio. Nervios. Metro. Vértigo.

No he dormido. Esta vez no han sido los niños con gripe o mi horrible dolor de cabeza. He sufrido de angustia existencial, esa clase de angustia con la que te sobra hasta el pellejo y que solo se consuela mirando bien lo que tienes alrededor.

En el metro estaba él, como tonta no he podido evitar ponerme como un tomate. Por primera vez me ha sonreído, se ha acercado y me ha acariciado la cara. Obviamente mi nivel de enrojecimiento ha empeorado. Por si lo pensáis, no, no estoy acostumbrada a este tipo de situaciones y no, no sé como manejarme en ellas.

Tres estaciones, cuatro, cinco, seis, siete…

El metro de pronto se convierte en un lugar infinito con una luz hasta amigable. Y ahí estaba yo, con 15 años menos inventándome excusas absurdas para no trabajar, para no volver a mi casa. Y ahí estaba él, agarrándome fuerte la mano y tirando de mi hacia la superficie. Por fin expulsamos todo el agua, lodo y algas de nuestros pulmones y respiramos. Respiramos tanto el frío aire de febrero que paralizamos la conciencia. Hablamos de todo y de nada, reímos a carcajada limpia y sentimos que nos conocíamos de toda la vida.

Vivía en una pequeña buhardilla no más grande que una caja de cerillas, me pareció el mejor sitio del mundo. Dejamos de existir, corrimos los visillos para no vernos más que a nosotros mismos y descubrimos como ríen otros rostros, como tocan otras manos, como besan otros labios, como sienten otros cuerpos. Nos llenamos de riesgo, aventura, cosas prohibidas, sudor, electricidad y vértigo. El tiempo se detuvo justo en ese momento en el que decidí saltar por el acantilado.

Fuimos mucho en pocas horas.

Pero el hielo se deshace y la piel pide fuego de hogar. Calma. Y la culpa se descongela y se clava en el estómago retorciéndose como un lagarto de dientes afilados que da mordisquitos diminutos hasta desangrarte.

Y vuelves. Regresas a lo que es tan tuyo que ya no recuerdas el momento en el que no fue así. A tu vida, a ese sofá que te sostiene los tristes domingos por la tarde, es tu cómplice las noches de viernes de cine con los niños y guarda historias de alegres mañanas cuando éramos más jóvenes y nos creíamos invencibles.

Porque somos invencibles.

Metro. Casa. Amor. Vida.

Pssst!! No son cookies de chocolate, pero tampoco hacen daño ni provocan caries, hazme caso, ¿vale?    Más información
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