Decía Ana María Matute. o quizá fue Carmen Martín Gaite, que cuando se ponía a escribir y dejaba puestas a la lumbre las lentejas, a su lado rezaba un cartel “Lentejas en el fuego” para no olvidarse de lo urgente y que llegado el momento no la distrajese el olor a quemado de éstas si se olvidaba de ellas.

He oído hablar mucho de la mala conciliación o la falta de ella. De la desventaja de las mujeres escritoras, trabajadoras y madres. No soy experta, ni siquiera practicante pero he escuchado con atención y visto la vida a mi alrededor y esta anécdota me parece lo más gráfico para resumir una situación, que si bien no ha cambiado todavía, queda lejos de hacerlo.

Me imagino a los grandes de la literatura, Vargas Llosa, García Márquez, en su despacho, mientras la chica de servicio o la mujer de turno cuida de que los niños no levanten una voz más alta que otra, ni osen interrumpir a su padre. Ahora me imagino a las grandes, Ana María, Martín Gaite, Laforet, en la misma situación y con un cartel al lado como el de las lentejas, aprovechando cada minuto de su más que ajetreada agenda para escribir dos líneas con los dedos en la máquina de escribir y el rabillo del ojo controlando la vida.

Mi madre no es Ana María ni Carmen, ni escribe libros, ni deja un cartel al lado de su máquina de coser en el que ponga “Lentejas al fuego” por eso quizá más de una vez se ha dado cuenta de que estaban ahí al oler ese tufillo tan característico de la comida cuando “se pega” al fondo de la cazuela. Y es que no es fácil estar en todo, escribir un mail, a la vez que atiendes una llamada o preparar la merienda al hijo. No es fácil, tener ganas y no tiempo, necesidad y no ayuda, querer y no poder.

Pienso en La Matute, en La Gaite y en tantas y tantas que fueron y que son y en lo complicado que debió ser y en lo bien que lo hicieron.

La vida se nos pasa sin acordarnos de que tenemos la comida al fuego y que como se nos ocurra despistarnos, relajarnos o abstraernos un solo minuto, se puede formar el desastre y quedarnos sin comida, sin cocina o algo mucho peor…

Fotografía y texto: Esther Rija

Pssst!! No son cookies de chocolate, pero tampoco hacen daño ni provocan caries, hazme caso, ¿vale?    Más información
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