Septiembre siempre me produce nostalgia. Una mezcla de morriña de verano junto con tristeza por volver a un día a día en el que el frío irá aumentando, la monotonía irá aumentando, las ganas de vacaciones irán aumentando, la gente en el metro irá aumentando y mi deseo de dedicarme a la vida contemplativa en una casa perdida en el monte al lado de un riachuelo con un huerto con tomates de los que tienen sabor a los tomates de antes que yo no se como sabían, irá aumentando.

Hasta ahora encarar septiembre con estoica resignación me parecía la única salida medianamente honrosa, pero este año algo ha cambiado. Septiembre es el final de muchas cosas y el inicio de muchas otras, como cada mes, como cada año, como cada día. Según te lo tomes. Amiga, siéntate en el diván que esto huele a sesión de autoayuda buenrollista de esas que me gustan poco pero que de vez en cuando sirven para subirte el ánimo casi tanto como un buen pintalabios rojo.

El jueves pasado me encontraba en estado de «odio el mundo de los adultos, ojalá la vuelta al cole» (cuando era pequeña la frase era «odio volver al cole, ojalá poder ser padre para comer huevos») Soy una inconformista nata, qué le vamos a hacer. Aunque con mi pelo me conformo, no soy como esas quisquillosas que si son rubias quieren ser morenas y si tienen maraña de rizos lo quieren liso y hombres, mujeres y viceversa. No. Mi pelo está perfecto pero enfrentarme a septiembre no es tan maravilloso.

Pues bien, inmersa en mi estado de «no quiero, no quiero y no quiero» hablé con una amiga que me dio la clave: «Septiembre es el inicio, nada de Año Nuevo, septiembre». Y sentí en lo más profundo de mi ser que tenía más razón que una santa. Basta de llorar por el final del verano, la vida no son sólo unos meses al año. Cada segundo cuenta. Aplausos. Más aplausos. Ramo de flores al escenario. Gracias, acabo de descubrir la América profunda.

Ella, la que tiene más razón que una santa, me dijo esta frase que encontró por casualidad: «Big things have small beginnings». Yo le doy un toque personal diciendo: «Big things have small beginnings, ¡pero begin!». Ahí queda eso.

Y aquí estoy, pensando en comprarme una agenda bonita, preparar un estuche con lápices de colores y decidida a comenzar mi «small beginning» llenando un cuaderno en blanco.

No está tan mal la vuelta al cole.

Pssst!! No son cookies de chocolate, pero tampoco hacen daño ni provocan caries, hazme caso, ¿vale?    Más información
Privacidad