Conversaciones en la tercera fase o más bien dentro de un ascensor o en una máquina de café esperando el primer expreso de la mañana. Este podría ser el titular de cualquier periódico independiente o cabecera de humor para definir lo que pasó o no pasó el otro día en Bruselas.
Todo el mundo comenta esos treinta segundos de total indiferencia por parte del norteamericano en el que el atraco de Pedro más que verse como un acto heroico, incluso conveniente, fue criticado por las formas y el lugar.
Esta situación bizarra a la par que humorística me lleva a reflexionar sobre esas conversaciones inadecuadas, improcedentes, innecesarias que se producen en los ascensores.
El tiempo suele ser un tema recurrente en cualquier encuentro fortuito, no deseado e incómodo entre tú y otra persona de tu edificio, de tu trabajo o del lugar de turno en el que estés, con el que irremediablemente coincides en el ascensor.
Parece que va a refrescar, el tiempo está como loco, no termina de llegar el verano… Frases hechas que se sacan como comodines cuando crees que el silencio es más incómodo que cualquier tópico que, sin embargo, no hace otra cosa que hacer más incómoda la situación.
Es algo parecido a lo que pasa en los taxis, decantarse por dar o no palique al taxista o viceversa y que sea este último el que inicie la carrera con alguna pregunta inapropiada o inicio de conversación. En mi caso han sido pocas las veces que he dejado que mi trayecto fuese amenizado por una de esas conversaciones tipo, prefiero oír, ver y callar como dice el refrán, pero reconozco que alguna vez he agradecido algo más que «¿Dónde la llevo?».
El problema de las conversaciones de ascensor, de taxi o de cortesía es no elegirlas tú, es decir, verte abocada sin remedio a seguir la corriente al que intenta, la mayoría de las veces, salvar una situación que se presume incómoda, aunque no lo sea.
Desde aquí mi llamamiento a todos los vecinos y taxistas del mundo. No hay necesidad de llenar un silencio porque sí, es mejor dejarlo estar, y esperar a que el ascensor llegue a tu planta o que la carrera se detenga. De lo contrario los titulares al día siguiente pueden ser demoledores.
Fotografía y texto: Esther Rija